Leigh tenía veintitantos años cuando empezó a ir a clases de cerámica. Estaba casada y tenía una niña que acababa de empezar la escuela. Leigh buscaba algo para llenar su nuevo tiempo libre.
Ir a estas clases la inició en un camino que nunca habría imaginado.
Conociendo a la mujer “que vestía raro”
En su primer día de clase de cerámica, Leigh se fijó en una compañera que, como ella describe, “se vestía de forma rara”. Después de clase algunas compañeras la invitaron a tomar un café.
Leigh recuerda que se sentía aislada de las conversaciones de adultos desde que se convirtió en madre y estaba emocionada de irse a tomar un café y hacer nuevos amigos adultos.
Cuando llegó a la cafetería, describe:
“Entré en un grupo de mujeres que solo querían chismear. Su objetivo de conversación era la joven que se vestía diferente a todos los demás porque usaba hiyab.
Por mucho que quería tener un grupo de amigos adultos con quienes hablar y compartir mi vida, no estaba interesada en retroceder en el tiempo a mis días de escuela secundaria, burlándome de la gente”.
Después de esto, Leigh decidió hacerse amiga de la mujer de la clase que “se vestía raro”. Resultó que Leigh y esta mujer tenían mucho en común. Resultó que esta mujer era musulmana conversa.
Unos meses y una gran amistad después, Leigh tomó su Shahadah. Ella no sabía en ese momento que esto sería solo el comienzo de su viaje.
Desafíos familiares
Leigh cuenta:
“Estaba tan emocionada por la hermosa verdad que encontré en el Islam que fui lo suficiente ingenua como para querer compartirla con todos en mi vida, incluido mi esposo.
Tanto como me apoyó para ir a las clases de cerámica, hacer una amiga nueva y diferente, y aprender sobre una religión diferente, se enfadó mucho cuando le dije que me había hacho musulmana”.
Como nueva musulmana, Leigh se enfrentó a muchas preguntas de todos quienes eran parte de su vida, pero la mayor parte de su pesar provino de su esposo. Leigh cuenta:
“Él intentó hacerme odiar el Islam a pesar de que no sabía nada al respecto. Y cuando trataba de contarle sobre mi nueva creencia era como si estuviera hablando con una pared. Me interrumpía cuando empezaba a aprender a hacer la oración y se me hacía más difícil aprender. Y cuando finalmente lo aprendí, se volvía agresivo cuando me sorprendía haciendo el Salah. Sentí como si mi matrimonio se estuviera desmoronando”.
Leigh cayó en una depresión pero continuó aprendiendo sobre su nueva creencia. Dice que esa fue la única parte alegre de su vida. Explica:
“Sentía mi vida como una tormenta. Pero encontré mucha paz en mi nueva creencia. Mi esposo continuó atacando mi creencia y eventualmente me amenazó con divorciarme si no dejaba mi religión. Me negué, y él cumplió su promesa”.
El esposo de Leigh solicitó el divorcio por diferencias irreconciliables. Incluso afirmó que se vio obligado a divorciarse porque ella, como dijo, “había perdido la cabeza, se había unido a un culto y no quería recibir ayuda”.
Leigh estaba devastada. No solo había perdido su matrimonio, sino que también la acusaban de tener el cerebro lavado e incluso de estar loca.
Pero ella se mantuvo paciente. Leigh dice:
“Afortunadamente, tenía un verdadera amigo en mi compañera Muslimah. Ella nos acogió a mí y a mi hija en su casa mientras yo buscaba trabajo y un lugar propio. Me dejó llorar en su hombro e incluso me ayudó a darme cuenta de que cuando comenzamos a hacer nuestro camino de regreso a Allah, acercándonos a Él en esta vida, Él comienza a eliminar las cosas de nuestras vidas que nos alejan de Él”.
Empezar de nuevo
La amiga de Leigh explica que:
“Puede ser difícil a veces. Pero al igual que un edificio en ruinas tiene que ser desmantelado para ser renovado, a veces nuestras vidas tienen que ser demolidas y ser un poco caóticas antes de que puedan ser reparadas”.
Leigh dice:
“Esto tenía mucho sentido para mí y me dio mucho consuelo en esos días oscuros. No tenía mucho conocimiento en ese entonces, pero confiaba profundamente en Dios”.
Leigh finalmente encontró un trabajo y se empezó a valer por si misma después del divorcio. Entonces su esposo decidió amenazarla con quitarle a su hija.
Leigh recuerda:
“Mi ex marido pensó que me rompería al dejarme y que luego yo dejaría mi religión y volvería a él arrastrándome.
Cuando esto no sucedió, y vio que en realidad estaba mejor sin él, decidió girar el cuchillo que me había clavado en la espalda. Amenazó con demandarme por la custodia de nuestra hija. Afirmó que podía hacer que cualquier juez de familia le diera la custodia total de nuestra hija, ya que “había perdido la cabeza y me había convertido en Mazzzlim (musulmana) y convertiría a nuestra hija en Mazzzlim”.
Leigh estaba aterrorizada de que su exmarido tuviera razón. Aunque esto fue mucho antes del 11 de septiembre y el sentimiento anti-musulmán no era tan alto como lo sería después, Leigh dice que la gente no sabía nada sobre el Islam y, en general, sospechaba de cualquier cosa que fuera diferente.
Hacía oración día y noche para que Dios le permitiera quedarse con su hija, Leigh dice que estaba más desconsolada que nunca. La idea de perder a su hija era demasiado para ella.
Leigh recuerda:
“Dios ciertamente escuchó mi grito de ayuda y supo que las lágrimas por mi hija venían de lo más profundo de mi corazón.
Antes de que mi exmarido pudiera solicitar la custodia de nuestra hija, entabló una relación con una mujer que no quería tener hijos. Retrocedió y centró su atención en su vida amorosa. Sentí mucho alivio. Dios es verdaderamente el Más Grande”.
Leigh se hizo más fuerte frente a la adversidad y se volvió más decidida que nunca a ser una buena musulmana. Conoció y se casó con un hombre musulmán cariñoso y tuvo tres hijos más con él, dos niños y otra niña.
Leigh dice:
“Nunca le diré a la gente que viví feliz para siempre, porque la vida es una prueba, y feliz para siempre es para lo que estoy trabajando en la próxima vida. Pero no importa lo que se me presente, sé que lo superaré porque el Islam me ha dado las herramientas y el apoyo para prosperar”.
Traducido del inglés del archivo de About Islam: Leigh’s Story – God Gave Me What is Better