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¿Tenemos libertad o somos robots programados?

“El libre albedrío es uno de los regalos de Dios más difíciles de entender y apreciar. Quien renuncia a su libertad egoísta y acepta ser siervo de Dios, será siempre verdaderamente libre”.

La libertad es una de las cosas más valiosas que existen, aunque muchos de nosotros no entendemos lo preciosa que es hasta que nos es arrebatada. Es considerada uno de los derechos humanos básicos, y tratar de negar ese derecho sin una causa muy justificada es una falta muy grave.

¿Nacemos para ser libres?

A todos nos gusta pensar que somos libres y que tenemos libre albedrío cuando tomamos decisiones en la vida; pero pensemos por un momento en la realidad de la situación. ¿Realmente nacimos para ser libres? Y si es así, ¿de qué manera? ¿Qué significa esto para nosotros?

Para empezar, la cantidad de libertad que realmente tenemos es mucho más limitada de lo que creemos. Comencemos con ejemplos simples que todos podemos entender, cosas que conciernen a nuestro cuerpo físico.

¿Cuánta libertad tenemos para bostezar, estornudar, sudar, sangrar, respirar, digerir o excretar? ¿Cuánta libertad tenemos sobre si podemos ver, oír, sentir o hacer que nuestros músculos y extremidades funcionen?

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Antes ​​​​podía correr para alcanzar un autobús y escalar montañas, pero ahora, no importa cuánto insista en que ahora soy libre de hacerlo, no puedo hacerlo. A veces, ni siquiera puedo elegir ponerme de pie; si he estado escribiendo durante mucho tiempo, mis piernas se ponen tan rígidas que simplemente no puedo hacerlo.

No tengo absolutamente ningún control sobre lo que sucede dentro de mi cuerpo; no tengo ni idea de cómo mis riñones purifican los desechos, o cómo pueden saber qué es de beneficios y de qué se debe deshacer. Y tampoco sé qué hace latir mi corazón, o cuándo se detendrá. ¡No puedo elegir si salivar, orinar, coagular, replicarme, deteriorarme o desintegrarme!

Y si considero a las personas de mi familia, con las que estoy emparentada, no he tenido libertad para elegir a mis padres, abuelos, hermanos y hermanas; y tampoco pude elegir mi composición genética. Intenté planear y elegir cuándo nacerían mis propios hijos, pero esto tampoco funcionó como esperaba. Y no tenía idea de qué sexo serían mis hijos o cómo serían.

Algunas personas piensan que es solo cuestión de tiempo antes de que podamos manipular la genética para producir niños a medida, pero entonces, de igual manera, esta personita producida no habrá tenido libertad alguna elegir cómo será físicamente.

Por lo tanto, cuando consideramos todo esto, no parece que realmente los seres humanos tengan mucha libertad, ¿no es así?

Nuestro libre albedrío

Y, sin embargo, la creencia en la libertad del espíritu humano es una de las cosas más importante que Dios ha revelado a lo largo de los siglos. En el Islam se nos enseña que es algo que Dios ha concedido a los seres humanos; y que no ha concedido a los ángeles. Puede que no podamos elegir lo que somos físicamente, pero tenemos que elegir lo que haremos con respecto a nuestra actividad del alma.

Dios nos pide que asumamos el control de nosotros mismos, que tomemos decisiones particulares y actúemos de maneras particulares; pero nunca nos obliga. Ni siquiera tenemos que creer en Él y podemos elegir ignorarlo o desobedecerlo. Millones de personas lo hacen.

Da la casualidad de que no somos robots programados. No reaccionamos de la misma manera ante las mismas situaciones; algunos de nosotros somos mucho más desinteresados, generosos, indulgentes, serviciales y capaces de sobrellevar una situación concreta que otros. Pero no tenemos que serlo. Si vemos a una anciana esforzándose, subiendo una cuesta cargada de paquetes pesados, podemos elegir si ayudarla, tirarla y robarle los paquetes, ignorarla o gritarle insultos y salir corriendo.

Esto lleva nos un pensamiento interesante. Podemos entretenernos pensando qué haría un individuo en particular a la anciana con los paquetes. Pero todos tenemos un sentimiento de lo que se ‘debería hacer’; creemos saber qué curso de acción debería tomar una buena persona, una persona de conciencia.

Siempre que decimos que una persona debería hacer algo, asumimos que la persona es realmente libre y capaz de hacerlo. No tiene mucho sentido decir que alguien debe ayudar a la anciana, por ejemplo, si esa persona está encerrada en la cárcel, inconsciente o viviendo en un país lejano. ‘Debería’ implica ‘puede’.

Entonces, si Dios puede hacer lo que quiera, obviamente sería perfectamente posible que Él controle nuestras mentes y nuestras elecciones. Esto es algo que se encuentra dentro de las capacidades de los propios seres humanos; sería mucho más fácil para Dios.

Sin embargo, precisamente el hecho de que Él permite que las personas elijan no creer en Él y no hacer lo que Él quiere, demuestra de manera concluyente que Dios no robotiza la mente de las personas.