La soledad es una condición necesaria de ser un sujeto en el mundo y la experiencia de estar separado del otro.

Sin embargo, la forma en que una persona es consciente de esta soledad tiene dos modos.

El primer modo de soledad

El primer modo es la toma de conciencia de esta soledad como condición previa necesaria para el encuentro con el otro.

Es decir, sólo podemos encontrar al otro cuando aceptamos que no somos él y que el otro no es nosotros. En este encuentro podemos experimentar el sentido -la unión con el otro sin que cada uno pierda su integridad- o el sinsentido -la unión con el otro pero perdiendo la integridad de uno mismo-. Del primero podemos derivar alegría y del segundo tristeza.

La experiencia de la alegría conducirá a la reafirmación de la soledad del yo -separación- y a un renovado deseo de unión.

La experiencia de la tristeza conducirá a la negación de la soledad del yo y al deseo de separación para reafirmarla.

El segundo modo de soledad

El segundo modo de conocimiento consciente de la soledad es aquel en el que somos conscientes de la soledad pero como una condición que debe ser superada. Es decir, queremos encontrarnos con el otro, no por un deseo de unión del que extraigamos sentido y reafirmemos nuestra condición, sino por una unión en la que superar esa condición.

Pero esto es una imposibilidad, pues la condición ontológica de la soledad no puede ser superada. El encuentro con el otro, en este segundo modo de soledad, no es la unión de dos partes integrantes, porque o nos perdemos en el otro o perdemos al otro en nosotros.

Hay un encuentro -la vida es el encuentro constante e ineludible con el otro- pero no hay unión y por tanto no puede surgir ningún sentido.

Este segundo modo de soledad es lo que a menudo llamamos soledad. La soledad es la expectativa de que algo distinto a nosotros mismos elimine la condición de soledad y la carencia actual de esa cosa.

Experimentamos la soledad -o la carencia actual de esa cosa- como la aguda percepción del transcurrir de cada momento de manera dolorosa. Como si estuvieran clavando una daga en nuestro corazón con cada segundo que pasa.

La razón de este sentimiento doloroso podría ser que somos conscientes de que cada segundo que pasa no volverá y es una oportunidad perdida de encontrar esa cosa.

Esta es una de las características definitorias de la soledad: la dolorosa percepción aguda del paso de cada momento.

La cura para la soledad es abrazar la soledad

No podemos ni debemos intentar superar la soledad, porque el intento de hacerlo lleva a experimentar el dolor de la soledad.

Debemos abrazar la soledad como punto de partida de nuestra tarea ineludible: el encuentro con el otro.

Cuando se aborda esta tarea desde el primer modo de vivir la soledad, la unión con el otro crea sentido.

El significado se experimenta en la tarea como la ausencia de la percepción del momento que pasa.

Si, como hemos propuesto, la soledad es la dolorosa percepción aguda del transcurrir de cada momento en espera de algo distinto de nosotros mismos que elimine la condición de soledad, entonces la cura de la soledad no es la consecución de esa cosa, pues esa cosa no quitará la condición de soledad -que es una necesidad ontológica de ser sujeto en el mundo-.

Obtener esa cosa solo conducirá a más soledad, es decir, la comprensión de que esa cosa no elimina nuestra condición de soledad y la búsqueda renovada de algo más que lo haga.

Por lo tanto, la cura para la soledad solo puede estar en abrazar la soledad.

La cura para la soledad es abraza la soledad fue publicado por primera vez en luqmannieto.com. Se republica aquí con permiso del autor.